Una parte importante de la literatura del siglo XVI; la poesía, los romances, las relaciones de grandes acontecimientos como batallas o bodas de renombre, llegaron al lector a través de opúsculos.
La definición de opúsculo viene a definir un tipo de publicación de pocas páginas dedicadas a un único tema de carácter científico o literario, cuyo principal objetivo es la rápida difusión entre el público. Su carácter didáctico se extendió de tal manera que llegó incluso a las escuelas, donde los niños podían leer su contenido y enterarse de acontecimientos e historias que de otro modo hubiera sido imposible en aquellos tiempos. Estos pliegos sueltos de precio módico se distribuían entre la población y desaparecían al poco de salir a la venta; hay documentos antiguos que hablan de ellos y los sitúan en manos de personajes ilustres de la literatura, que los conocieron y se documentaron con ellos. Estos opúsculos fueron propiedad de Rodrigo Caro, Mateo Alemán, y Lope de Vega que hicieron alusión a ellos durante su época escolar y estudiaron y aprendieron en ellos antiguos romances.
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A mediados del siglo XIX, y cuando empieza surgir el realismo en la literatura, aparece la costumbre de vender novelas por entregas. El objetivo de esta nueva moda es acercar a las clases más humildes el hecho literario que de otro modo sería inasequible; el desembolso monetario en pequeñas partes nace de la posibilidad de suscribirse a obras completas y a un precio muy razonable.
La literatura va a ser a partir de este momento, fiel reflejo de la situación política y social del país que desembocará en la aparición de una serie de autores, la Generación del 98, unidos por la tremenda preocupación de los males de la patria. El género novelístico se utilizó como instrumento de crítica y denuncia, y resulta imposible entender este siglo sin leer a los autores que salieron de el, de ahí la importancia de que el pueblo supiese el contenido de los libros a pesar de sus precariedades económicas. El libro dividido en entregas entra en los hogares poco a poco gracias en parte a los recursos publicitarios que con el aparecen, las familias completan semana a semana obras importantes que abarcan todo tipo de géneros, y comienzan a nutrir sus librerías con piezas claves de la literatura, ¿quién no recuerda haber coleccionado lentamente un libro y después con sus tapas ya en la mano, llevarlo a encuadernar para conservarlo mejor? Este fenómeno editorial y literario a la vez, de comunicación social viene apoyado por el público desde su aparición, y aún hoy sigue vigente en lo que ya conocemos como la compra por fascículos. Para el consumidor representa varias ventajas; invertir periódicamente un dinero en cultura que apenas es perceptible para el bolsillo, comprobar si la obra es de su agrado y debe seguirla comprando, y completar en un plazo cómodo y relativamente largo una publicación "de lujo" por su amplitud y contenido. Hay que recordar que dentro de este sistema también se encuentran las Enciclopedias, Geografías, e Historias nacionales y universales, y todo tipo de libros de consulta que eran frecuentemente consultados por los escolares a diario antes de la aparición de Internet, actualmente estas publicaciones han dejado paso a ediciones más o menos inéditas propias de los amantes más exclusivos del coleccionismo. Quizás con la crisis actual no se puede hablar de picos de compra importantes con este sistema, pero a mediados del siglo XIX los hubo, y fueron todo un éxito. De Quevedo se afirmó que era ascético y ambicioso, piadoso y desvergonzado, rencoroso y estoico, presumido y ridículo, probablemente ser tantas cosas le hacía tan vulnerable al ataque como apto para la exaltación desmedida. Es conocida su sempiterna obsesión castigándo a Góngora con su poesía por emplear ese estilo culterano que le parecía insultante; lo hizo a través de "La aguja de navegar cultos" y "La culta latiniparla", nunca soportó el eterno cuidado de la forma y el embellecimiento del estilo a base de metáforas, hipérboles y cultismos del lenguaje que deslumbraban cualquier contenido con su exagerado hipérbatón.
Llegó a dedicar a Góngora un epitafio tras su muerte que no escatimaba en insultos, ni siquiera el fallecimiento de su eterno enemigo literario aplacó sus iras; el poema no fue fechado, pero los especialistas en el tema aseguran que fue escrito tras la muerte del escritor cordobés, Luís de Góngora. En el le llamaba jugador (ordenado de quínolas estaba), mujeriego y bebedor (sacerdote de Venus y de Baco), y sobre todo, corruptor de la lengua y la literatura, crea para ello el vocablo jerigóngora para definir sus excesos, y termina de forma rotunda: Fuése con Satanás, culto y pelado: Mirad si Satanás es desdichado. Años antes, Quevedo ya había utilizado incluso el estilo gongoriano para satirizar a su oponente, llevando al máximo los excesos de Góngora en materia de léxico en un genial soneto en el que la opacidad funciona como elemento satírico: Merlincocaizando nos fascistas vorágines, triclineos,pronptuarios, trámites, vacilantes icareas De lo ambácigo y póntico trosquiscas fuliginosos vórtices y varios, y, atento a que unificas, lambrusqueas. Por lo menos, y ya que insultaba, Quevedo mostraba emplear todo su arte y talento para ello, probablemente hasta su adversario se sentiría de vez en cuando orgulloso de recibir tan insignes críticas. Hace unos cuantos años durante una de mis largas estancias en Galicia, descubrí paseando por un camino que conforma parte del entorno de Cecebre, una preciosa casa con aspecto añejo pero muy cuidado; tras una verja de hierro, un pequeño camino serpenteaba a través de un jardín para llegar a una casita blanca, creo recordar, de dos plantas de altura. Leí un cartel que colgaba de la puerta anunciando que se encontraba frente a mí, nada más y nada menos que la casa familiar del escritor Wenceslao Fernández Flórez. En su interior unas personas atendían las visitas del que fue el hogar y residencia de veraneo del académico de la lengua, nos hablaron de la vida y de la obra del escritor con exquisita amabilidad, y nos mostraron varias salas, una con fotografías, otra con sus libros, un saloncito de dos alturas con sus muebles, y una habitación con su sombrero y la maleta que solía llevar en sus viajes. La casa tenía a disposición de los estudiosos del escritor una habitación con sus obras y libros de consulta, y también una estancia para descansar tras el estudio.
En el salón, aquel día, un grupo de músicos interpretaban con sus instrumentos preciosas piezas musicales, estaban ensayando para una actuación y el hogar del escritor les acogía gustoso para los ensayos. La casa era un hogar para el arte y la cultura; cuando salí de allí comencé a recopilar todas las obras que pude de este autor y volví al año siguiente. Todo estaba igual y el bosque de Cecebre me pareció aún más misterioso, como si fuese el producto de un relato inventado, un invento lleno de cuadros y escenas con un aroma a tierra mojada que alcanzado cierto número de pasos se desvanecía para devolvernos a la realidad. Actualmente sé que el bosque está cercado, ya no se puede caminar por el, los sueños se ocultan celosos en su interior y sus secretos se esconden tras las hiedras trepadoras y la umbría del entorno, pero... yo lo ví. Aquel bosque animado que el escritor describió en 1943, y que fue siempre su obra preferida, vive y perdura junto a su casa, ahora ya solo es posible conocerlo leyendo las páginas que Wenceslao escribió sobre el. Está en la casa junto a los recuerdos del también periodista de múltiples diarios de Galicia y Madrid, cuya fama se extendió por "las acotaciones de un oyente" publicadas en ABC y que trataban sobre las Cortes de 1916-18, volviéndose a repetir años después sobre la República. Recomiendo a aquellos que deseen pasar unos días de paz y descanso en tierras gallegas que se acerquen a degustar el aroma literario que aún desprende el hogar de Wenceslao Fernández Flórez y por supuesto, su bosque animado. El Renacimiento trajo consigo la defensa y el triunfo del español.
Nebrija en el prólogo de su gramática dijo que siempre la lengua fue compañera del imperio, frase que fue comprendida y apoyada por los Reyes Catolicos y posteriormente por el Emperador Carlos I. Esta defensa de la Lengua fue secundada por grandes prosistas y poetas como Garcilaso, Fray Luís de León y Juan de Valdés, además todos ellos adoptan las formas y metros italianos que hacen del español una lengua ágil y llena de recursos. Con el reinado de Carlos I, la lengua española adquiere aún más importancia y se pule a conciencia la herencia medieval, se convierte en la lengua de las cancillerías y en el ideal del caballero renacentista. En ciudades europeas como Bruselas, Nápoles o Venecia se editan con frecuencia obras de la literatura española. El Renacimiento español acoge una lengua literaria cuyo marco es la unidad política y religiosa, la vivencia del cultismo y lo popular, y la conjunción de la presencia nacional y extranjera. Nace una nueva sensibilidad cuyos temas más frecuentados serán el amor, la belleza femenina, y el paisaje bucólico e idealizado. El triunfo de las formas italianas no se consigue asentar hasta la época del Emperador, y Garcilaso es quien más destaca en ello; fue amigo del Emperador Carlos V y desempeñó varias funciones diplomáticas participando en importantes campañas militares y conociendo el destierro hasta que se reconcilió de nuevo con el Rey. Murió en un acto de heroísmo cuando solo contaba treinta y cinco años, pero su sensibilidad y cultura le llevaron a perdurar por los siglos en la memoria de la literatura. Su tema constante fue el amor, ya que vivió siempre profundamente enamorado de Isabel de Freyre, una dama portuguesa a quien escribió sus versos más apasionados dentro del equilibrio que dominó siempre la lengua renacentista. Limpia, fija y da esplendor; con este lema nació La Real Academia de la Lengua Española que fue fundada por don Juan Manuel Fernández Pacheco a imitación de la Academia Francesa de París. Editó el Diccionario de Autoridades, la mejor obra de su género en toda Europa, publicó La Gramática Castellana que el Rey Carlos III impuso como obligatoria para la enseñanza en las escuelas, y junto a ella apareció la Ortografía, el Diccionario de la Lengua Española y la edición de obras de autores clásicos. Sin embargo el siglo XVIII mostró tener gran preocupación por la cuestión lingüística y el uso del idioma; aparecieron un sin fin de galicismos necesarios para nombrar realidades hasta entonces desconocidas y caprichos de la moda (Gabinete, catastro, billar, bufanda, funcionario, cadete, espectador...), lograron asentarse en nuestra lengua pero La Academia reaccionó recomendando como modelos a los autores clásicos y logrando que nuestra lengua fuese muy purista y extremadamente antigua, nos quedamos con la lengua literaria de Moratín o Jovellanos para el manejo diario. Todo ello dió lugar a polémicas y conflictos entre los puristas y los reformadores que buscaban modernizar el lenguaje y que casi nunca se resolvían amigablemente porque respondían más a defender cuestiones históricas que puramente lingüísticas.
Todo esto acaba afectando a la literatura de entonces que se debe someter a ciertas transformaciones. Las comedias teatrales se representan en las corralas de Madrid y se encargan otras más acordes con la opinión y gusto de los ministros de Carlos III que son fieles al Despotismo ilustrado. Por esta causa desapareció el Sainete y los autos sacramentales de gran tradición literaria en España. Quedó como modelo de teatro la tragedia clásica que no gustó a nadie a pesar del apoyo oficial que tenía por parte del Conde de Aranda y ministro de Carlos III. Se puede decir que la literatura española del siglo XVIII que se empeñó en seguir a la corriente neoclásica, solo tuvo obras de escasa calidad comparadas con las de épocas anteriores, y es que arte y poder no deben ir de la mano jamás, cada uno debe de ocuparse de lo suyo. La corriente costumbrista nació dentro del Romanticismo, y tiene como objetivo criticar a la sociedad mediante la sutileza, la gracia natural, y un estilo fácil y ameno.
Larra, el padre del periodismo moderno, fue un buen ejemplo de costumbrista dotado de grandes dotes de ingenio que translada a sus escritos para declarar que no acepta la sociedad en la que le ha tocado vivir, y que la encuentra "ramplona" y muy alejada de Europa. Fue un gran admirador de Francia donde recibió su primera educación, y se propuso con sus artículos "corregir" costumbres, más que recogerlas sin más. Sus dotes de humor sarcástico muy por encima de la ironía consiguieron dotar su obra de un cierto pesimismo, del que el lector se acaba percatando cuando los tiene entre sus manos. Uno de los temas más utilizados por los articulistas y en concreto por Larra, es el tema de la pereza unida a la burocracia, con el nace esa molesta costumbre que se tiene de etiquetar a los funcionarios como personas lentas y huidizas de sus obligaciones laborales. Aunque en nuestra literatura este tema prolifera bastante, un ejemplo de ello fue el propio Quevedo con sus "Chistes de ventanilla", nadie puede olvidar el artículo completo de Larra "Vuelva usted mañana". Con el, Mariano José pasó a la historia más como sociólogo que como escritor; a través del texto denuncia la demora constante de la sociedad en asuntos burocráticos, y para ello utiliza a un personaje francés, monsieur Sans-delái que llega a España con el noble propósito de resolver unos asuntos de familia en el plazo de quince días. Larra que se muestra como el interlocutor del francés, le responde que esa hazaña le resultará imposible y que esos quince días se convertirán en quince meses, el hombre, muy perplejo por estas palabras, decide iniciar sus trámites tal y como había previsto; la frase vuelva usted mañana se repite en tantas ocasiones que después de escucharla varias veces se pregunta qué día y a qué hora se puede ver a un español. El artículo no queda ahí, después de varias intentonas consigue dar con la persona que buscaba y que finalmente ha entendido sus datos pero de forma equivocada (en vez de Díez anotó Díaz) y el proceso vuelve a comenzar. El francés desesperado ya, pero aún mostrando síntomas de su buena educación francesa, decide hacer tiempo en España y contratar los servicios de un sastre al que había encargado un frac en 24 horas, la realidad fue que tardó 20 días, la planchadora necesitó el mismo tiempo para plancharle una camisola, y el sombrerero a quien le había enviado su sombrero para levantar el ala, le tuvo dos días con la cabeza al aire y sin salir de casa. Con este artículo Larra critica la falta de eficacia y la ridiculez que esto produce a través de un personaje, Sans- délai, que en francés significa sin demora, y que acaba marchándose a su país sin haber logrado resolver ninguno de sus problemas. La presencia del periódico como medio y soporte para estos artículos fue decisiva para el triunfo de un género que nunca se dejó de cultivar. El estilo alegre y jocoso que tenían estos artículos encontraron un lugar destacado en la prensa de entonces, y quizás hoy no nos vendría mal sacar a la luz con humor e ironía tantos defectos como ahogan a nuestra sociedad. El sentimiento generado por la Revolución francesa se convirtió en un fenómeno romántico que exaltaba sobre todas las cosas, la libertad del pueblo; Las ideas de Locke, Rousseau y Voltaire crearon en Europa un sentimiento profundo de luchar contra lo establecido e iniciar un cambio total, esta actitud, por supuesto afectó a la literatura que va a destacar con unos personajes en plena rebelión contra las leyes sociales y morales que se habían seguido hasta el momento. La literatura presenta personajes rebeldes, conspiradores, justos con los desfavorecidos, y también radicales que no aceptan leyes naturales ni divinas. Este cambio radical en la literatura influencia sin duda a la juventud de una sociedad que con su apasionamiento propio de la edad, inventa un nuevo modo de vivir. Se valora la Naturaleza salvaje, se exalta la fantasía, el sentimiento y la subjetividad, la libertad artística busca abandonar la serenidad y adentrarse en lo pasional y lo misterioso. Aquí es donde destacan realmente nuestros escritores románticos; todo el mundo ha leído a Bécquer y ha sentido el miedo propio de verse perdido en mitad de la noche en el Monte de las ánimas, o apasionarse con la sensual descripción de la mujer que emergía de entre las aguas de la fuente de los ojos verdes. Nuestra tierra, plagada de historias y leyendas fue una fuente inagotable de temas para escoger, no obstante , el Romanticismo fue un movimiento que duró poco porque llegó tarde, pero lo que sí hizo, fue convertirse en una verdadera actitud vital y apasionada que interpretaba la vida de una forma muy especial. Siempre elegí a Bécquer como escritor favorito de esta tempestuosa corriente, y releí mil veces sus leyendas que demostraban tener el más puro estilo romántico y poético. Sus rimas inolvidables fueron editadas por sus amigos después de su muerte y constituyen un tesoro intimista que nada tenía que ver con sus contemporáneos Espronceda o Zorrilla, son tan sencillos que simplemente son capaces de evocar esos sentimientos que todos hemos tenido alguna vez. Es posible que los secretos personales que Bécquer ocultaba, le hicieran tan especial como para escribir como nadie lo ha hecho jamás. Su verdadero nombre no era el que ya conocemos, sino Gustavo Adolfo Claudio Dominguez Bastida, adoptó el apellido Bécquer de la familia de su padre que procedía de Flandes, y cuya alcurnia era más que conocida en la capital andaluza; su matrimonio conflictivo con Casta, la hija de su médico y el eterno amor imposible por la que llegó a ser su eterna musa y amante platónica, le convertían en el romántico perfecto para ejemplificar el movimiento. Murió de hemoptisis, una enfermedad bronquio pulmonar de cierto parecido a la tuberculosis. Su repercusión en la historia de la literatura ha hecho que sus libros sean leídos generación tras generación, existen en el mercado adaptaciones de sus obras a lenguaje infantil y juvenil y las ediciones sobre ellas son interminables, es un autor que gusta por su sensibilidad y la eterna musicalidad de sus versos. La sensibilidad de nuestros poetas ha reflejado siempre el estado anímico y real de una sociedad plagada de conflictos. En nuestra literatura, la guerra de 1936 supuso un antes y un después en ese arte de expresar sentimientos y "denunciar" sensibilidades. El trauma humano que debió suponer el conflicto bélico español hizo que nuestros poetas se expresaran con una fuerte sensibilidad ante los graves problemas humanos que asolaban nuestra sociedad, y todos ellos se vieron casi obligados a abandonar la estética formalista de la poesía, para centrarse en los temas populares de una manera muy elaborada y muy culta, convirtiéndose así en poetas de una minoría muy "leída". Hubo muchos representantes de este momento tan especial, pero yo sin duda me quedo con Dámaso Alonso y su libro "Hijos de la ira".
Este ejemplo sirve para entender el terrible momento por el que pasó España a través de la expresión dolorosa y torturante del poeta que se rebela contra todas la injusticias que tiene que presenciar. Su poesía es un grito desesperado y desbordado que se convierte en una oración a Dios para hablar del hombre como si fuera un mounstruo que provoca crueldad, desamor y odio. "Oh Dios, no me atormentes más, dime qué significan esos mounstruos que me rodean y este espanto íntimo que hacia tí gime en la noche. De este libro siempre me llamó la atención del uso de una adjetivación desbordada hacia el desgarro y la angustia, y de unos verbos que contribuían a poner de manifiesto ese estado desesperado del poeta madrileño. Sus versos cortos también contribuyen a dar giros violentos que subrayan esa agonía de la que hablo. Con este lenguaje directo que cultiva sobre todo el verso libre podemos entender unos sentimientos que plagaban la sociedad española durante la guerra civil, y que hoy pueden ser estudiados a modo de ejemplo de lo que se podría llegar a sentir en una situación parecida. Siempre digo que la literatura es una enorme caja de conocimiento y de historia , que a través del arte de la escritura, custodia toda la verdad del hombre. Nada como la poesía para guardar entre sus versos lo que la historia no puede narrar con toda su objetividad. Me queda decir que de Dámaso Alonso no solo nos queda su labor como poeta que denuncia las injusticias de la guerra, su faceta como crítico literario y estudioso de las obras de Góngora, San Juan de la cruz o Garcilaso abrió un camino importante para la comprensión de estos autores y de su obra literaria. El teatro es un subgénero narrativo muy especial, que ha llenado las páginas de la historia de la literatura con magníficas piezas realizadas para llegar a la representación final frente al gran público. Aristóteles propuso tratarlas con la regla de las tres unidades, es decir, fijó en su Poética de la Antigüedad Clásica tres normas que debían ser respetadas para la correcta representación de las obras teatrales. Estas reglas eran las siguientes: respetar la unidad de acción, es decir, el asunto. Cada obra debía versar sobre un único tema para centrar la atención de espectador. La segunda era la unidad de lugar, o el espacio; la acción debía desarrollarse en un mismo sitio para procurar la verosimilitud de la situación, y la tercera y última decía que el tiempo en el que se desarrolle la obra no debe exceder de las 24 horas.
En la práctica, sin embargo, no se ha seguido mucho la recomendación de Aristóteles y se ha saltado"a la torera" esta sabia sugerencia. El siglo XVIII fue una excepción, pues sus autores la encontraron muy adecuada para procurar el éxito que esperaban con sus obras de la crítica y del público. Un buen ejemplo fue la conocidísima obra de Leandro Fernández de Moratín, "El sí de las niñas". La acción solo plantea la boda de don Diego de 59 años con Paquita una jovencita de 16, el lugar solo transcurre en la entrada de una posada de la ciudad de Alcalá de Henares, y el tiempo se sitúa entre las 7 de la tarde y las 5 de la mañana. Esta obra fue realmente creíble y representó una mordaz crítica a la extendida costumbre de entonces por los matrimonios de conveniencia y la poca libertad que las familias dejaban a sus hijos para elegir pareja. Es una historia con final feliz porque termina como deben terminar estos asuntos, dejando que los jóvenes decidan su destino. Se consideró entonces como una comedia otoñal por la forma en que el autor trató el tema, y se sospecha que la obsesión de Moratín por elegir este asunto en más de una obra, estaba relacionada con una cuestión autobiográfica. Al parecer el escritor tuvo amores con Francisca Muñoz, y de este asunto nació tanto interés por un tema que resuelve con la propia razón, sin violencias ni pasiones desatadas, la lógica se convierte en el mejor de los argumentos. No me resisto a repasar un poco el contenido de la obra para quien lo haya olvidado ya; La joven Paquita abandona el convento en el que ha recibido una esmerada educación para contraer matrimonio con quien su madre ha decidido, en este caso con don Diego, un hombre de edad madura a quien no conoce de nada. Da la casualidad de que Paquita a quien verdaderamente ama es al sobrino de Don Diego a quien le pide ayuda para que la salve del horror de un matrimonio de conveniencia, el joven don Carlos se presenta en Alcalá de Henares, donde la familia ha quedado para formalizar la situación y sin saber que el pretendiente es su propio tío. Al descubrirse toda la historia de amor entre Paquita y don Carlos, es el propio don Diego quien renuncia al matrimonio pactado para que triunfe el amor. A pesar de la tremenda situación planteada, Moratín presenta a don Diego como un señor sentimental, nostálgico y bonachón que convierte la obra en una representación agradable de un problema que por aquellos tiempos resultaba casi normal, y que solo criticaba la falta de libertad de los jóvenes y no la diferencia de edad entre los cónyuges que hoy en día espantaría a nuestra sociedad. El teatro refleja la sociedad de cada momento y resulta un documento histórico muy valioso para entender las costumbres y hábitos de cada época. Leer teatro es una forma de documentarse bien y en profundidad de las etapas por las que ha pasado la sociedad de nuestro país. |
GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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