En la historia de nuestra literatura circula desde siglos la curiosa anécdota que distingue a Fray Luis de León por su humildad, sencillez y capacidad para producir toda la belleza de la poesía del Renacimiento en una sola frase. El famoso hebraísta y humanista conquense se convirtió tras su esmerada formación en Salamanca en uno de los mejores traductores y prosistas del Renacimiento, su maravilloso tratado de los nombres de Cristo o de las diferentes formas con las que Jesús es nombrado en la Biblia, destacó por responder a criterios de claridad, exposición, sencillez armoniosa y una búsqueda del vocabulario más sencillo, pero el conocimiento del maestro Fray Luis de León por el hebreo le produjo el peor episodio de su vida. Fue perseguido y encarcelado cinco años por la Inquisición acusado de traducir sin permiso el Cantar de los Cantares de Salomón, su proceso inquisitorial le mantuvo alejado de la docencia, pero su inocencia pudo ser demostrada y explicada, al parecer algunos problemas en la universidad derivaron en una trampa preparada con la Inquisición de por medio. Supo defender su causa y salir triunfante tras esos años de encierro, obteniendo a su regreso a las aulas otra cátedra en Salamanca, y el nombramiento de provincial de los agustinos. Al llegar a las clases quiso olvidar ese duro e injusto paréntesis de reclusión y se dirigió a sus alumnos con la frase: Como decíamos ayer... Sin hacer alusión a su periodo alejado de la enseñanza.
Sus obras en verso, publicadas por el propio Quevedo como ejemplo de lo que debía ser la poesía, son consideradas por el propio Fray Luis de León como "obrecillas", diciendo: "Me apliqué, más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad", pero en todas ellas late una auténtica belleza conceptual con un equilibrado formalismo y con la expresión de unos sentimientos muy vivos".
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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