La censura literaria del régimen de Franco se ocultó bajo el nombre de Servicio de Ordenación Editorial, aunque su verdadero trabajo fue siempre el de censurar obras literarias y en general producciones culturales con poco rigor y muchas veces con un sentido esperpéntico. Utilizó a importantes escritores nacionales como censores que a su vez sufrieron en su propia persona el peso de la censura, tal fue el caso de Camilo José Cela, que pese a su labor, su libro La Colmena estuvo censurado en nuestro país una década entera tras haberse publicado en Buenos Aires en 1953. Las razones, las de siempre, los censores se asustaban con las referencias que algunos capítulos hacían al sexo, pareciéndoles inconvenientes para la moral de la sociedad de aquellos tiempos. Camilo José Cela no fue el único escritor que se dedicó a trabajar con la censura, también lo hicieron Gonzalo Torrente Ballester, Dionisio Ridruejo, Fernando Tovar y Luis Rosales entre otros.
La censura, influida y dominada por el régimen se dedicó a cercenar grandes obras por considerarlas "peligrosas" para los intereses de este, y desaparecieron de las bibliotecas públicas obras de importantes literatos de todos los tiempos como Espronceda, ValleInclán, Galdós, Lope de Vega, Rubén Darío, Jovellanos, Feijoo... pese a la distancia temporal con la doctrina franquista. Todos ellos tenían en común grandes y hermosas ideas sobre el amor, el hombre, la cultura, el progreso social y la democracia, pero de nada les sirvieron sus buenas proclamas. Algunas personas pudieron conservar estos libros intactos y escondidos en sus bibliotecas personales, pero todos sabían del peligro que corrían al hacerlo, los libros prohibidos suponían un agravio al régimen y unos castigos penados con la libertad. El escritor Jardiel Poncela fue un caso estraordinario, pese a declararse un hombre de derechas en multitud de ocasiones, fue perseguido por la censura en varias ocasiones, y su obra "La tourné de Dios" fue considerada una obra blasfema. La historia de España siempre ha tenido altibajos y posturas encontradas en el ámbito de la cultura, pero la más absurda de todas fue la de intentar encontrar "peligros" donde solo había arte. La situación política justificó el trabajo de la censura y lo presentó como necesario para tranquilizar los ánimos de un país dividido y enfrentado tras una guerra civil, puede que a pesar de todos los pesares, la historia y su curioso devenir hayan servido para que aquí y allá, en todos los ámbitos de nuestro patrimonio cultural, se puedan contar historias y anécdotas que hagan más grande al arte de lo que ya es.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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