Por fin el gran día, después de meses o años de trabajo el libro está terminado, ahora queda presentarlo al público y a los medios. A veces se queda un enorme vacío en el interior, ya no hay que rectificar más, ni acercarse a la editorial para elegir la portada, firmar las galeradas o decidir el aspecto final, ya los personajes se han detenido en el tiempo, para ellos la historia ha terminado y sus vidas se han detenido en un pequeño universo con principio y final. Nos convertimos en pequeños dioses de un momento creativo grandioso, nos sentimos orgullosos y esperamos impacientes a un éxito que suele ser esquivo pero nunca indiferente al trabajo, al final de un modo u otro nos suele visitar... Tan solo con ver como nuestro libro se marcha tras el brazo de alguien, lo podemos acariciar, es como un amor efímero, como una aventura pasajera de la que guardamos un recuerdo casi irreal por lo bonita que fue. Se marcha nuestro libro con un desconocido, y lo hace para enamorarle con las palabras, con el susurro del sonido de sus páginas, con la ilusión que se esconde dentro. Nuestra rúbrica da un permiso especial para legalizar ese " affaire" tan maravilloso y nos hacemos cómplices de el, esperamos que genere un amor desgarrado y casi volcánico, y en la espera nos vamos apagando para dejar que ya brille por sí solo, y que nuestro nombre sea secundario. La historia que cuenta es lo principal.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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