La generación del noventa y ocho en general tomó una postura muy crítica ante lo que ellos denominaron "el fracaso de España". Con diferentes formas de expresarse, el pesimismo en torno a la misma idea está presente en todos ellos, comparten el tema de España para analizar su presente, su pasado y su futuro, y adoptar una postura revisionista con dos pensadores como fuente de inspiración: Nietzsche y Schopenhauer.
La frase de Unamuno: Amo a España porque no me gusta, lleva implícta una actitud de compromiso, ven a España con amargura y dolor; Machado la define como un país de charanga y pandereta, Azorín dice que entre todos los intelectuales de esa generación existió siempre una aspiración reconstructiva basada en una crítica áspera de nuestras costumbres y de nuestras cosas, y Baroja hizo profundas reflexiones sobre la historia de España y sobre su pasado. Todos ellos hablan de Castilla como centro de sus preocupaciones, y aunque ninguno tenía un origen castellano, la convierten en el epicentro desde donde interpretar la historia de España; su paisaje les ayuda a interpretar al hombre, detrás de cada elemento paisajístico hay una historia que va creando el alma del hombre. La vida religiosa también se contempla como algo dramático y angustioso, son anticlericales (Baroja), escépticos (Azorín), existencialistas (Unamuno)... En sus obras se expresaron con sobriedad, exactitud y sencillez, huyeron de toda retórica y se alejaron del esteticismo exagerado de otros tiempos, se convirtieron en una generación fuerte, luchadora y vigorosa con un gran sentido crítico y reivindicativo que querían sacar a España de su letargo, renovando las formas y el lenguaje literario. La influencia de Unamuno fue enorme dentro y fuera de España tanto por sus pensamientos como por sus actitudes apasionadas, dramáticas y vitales.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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