La literatura contó con varias corrientes o movimientos que acabaron definitivamente con un Romanticismo que nada tenía que ver con la realidad. El exacerbamiento de las pasiones humanas, el amor por los temas nocturnos y sepulcrales así como la búsqueda de un paisaje exótico dieron paso a una época en la que se deseaba escribir con un criterio más objetivo y cercano a la realidad.
El Esteticismo intentó hallar el punto medio entre las ideas del Romanticismo y las de la escuela clásica, el Positivismo se negó a aceptar ninguna realidad que no pasase por la observación directa y la propia experimentación, el Realismo partió de la pura observación positiva y circundante del entorno, para alejar las aspiraciones poco realizables que la Revolución de 1848 había provocado, y por último, el Naturalismo solo pretendió poner el acento a la observación realista de cuanto se veía, despreciando lo que la sociedad tenía de burguesa. A todo esto hay que añadir que se empezó a tener la idea y la creencia en un progreso y un pragmatismo totales que fueron colocando los valores de la utilidad por encima de todo, y esto fue lo que hizo que cambiara radicalmente el panorama literario y artístico que había habido hasta entonces. El Romanticismo terminó, alargándose todo lo que pudo dando lugar a un realismo naturalista con gran presencia en la narrativa europea ( Victor Hugo, Balzac, y en menor medida, pero con algunas características realistas, Stendhal, Mérimée, Flaubert, Zola, Pardo Bazán, Tolstoi, Doctoievski, y Dickens). El inolvidable Carlos Dickens fue sin duda el mejor representante del realismo inglés elaborando una narrativa exquisita y amable que utilizó para criticar la situación injusta de las clases sociales en su país. Generación tras generación ha leído a Dickens, guardando entre sus libros favoritos Cuento de Navidad, Oliverio Twist, o Los papeles póstumos del Club Pickwick entre otros muchos.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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