La visita a los infiernos ha sido un tema muy usado en la literatura que arranca desde la antigüedad; en el siglo II, Luciano de Samosata ya escribió sus "Diálogos de los muertos", en ellos explicaba como los personajes históricos van llegando al país de los muertos para enfrentarse a su destino eterno, y anteriormente, Virgilio en La Eneida, ya hizo descender a su Eneas a los infiernos. Poco después, Dante dedicaba la primera parte de La Divina comedia a visitar el mismo lugar acompañado de Virgilio para visitar uno por uno a los condenados.
Esta ruta por el ultra mundo continuó alimentando la imaginación de muchos escritores, que partiendo de este punto desarrolló la fantasía de muchos poniendo sobre los folios distintos recorridos siniestros para explicar una misma realidad. Así la influencia de Dante se pudo observar en el Marqués de Santillana y su "Infierno de los enamorados" y en Juan de Mena con "El Laberinto de la Fortuna". La recurrente idea de situar a personajes famosos y célebres de la época en los distintos planos del infierno, hace pensar que este tema de larga tradición medieval era un elemento coincidente para hacer una buena crítica de los distintos estamentos sociales. Quevedo continuó con esta larga tradición, con sus "Sueños" y en ellos aplicó distintos castigos a las diferentes culpas que los condenados tenían, evitando así la idea del fuego abrasador como único castigo del inframundo. El Bosco también se adhirió a esta idea, y en su cuadro sobre su mundo infernal, dibuja un fantasmagórico panorama donde el fuego clásico del infierno ya no aparece. Quevedo aprovechó su creatividad y este mismo tema, para satirizar a personajes importantes; El sueño del juicio final y el El alguacil endemoniado fueron el azote del rey Felipe II y del conde de Lemos, pero su osadía no dejó indiferente a las clases influyentes, y fue acusado de escribir con temas ocultos y de atacar a importantes personalidades con el término de maldiciente. Puede que por esta razón en una de las dedicatorias de sus sueños, escribió con un cierto tono de pesimismo que quería poner fin a su ciclo de sueños con las pocas fuerzas que le quedaban a su ingenio. Un siglo más tarde de escribir Quevedo sus sueños, Diego de Torres Villarroel todavía escribió "Sueños morales" y "Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por Madrid".
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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