Muchos escritores han utilizado este recurso, es una técnica que se ha convertido en una constante en nuestra literatura que arranca entre los siglos XV y XVI y llega hasta nuestros días. Así Umberto Eco comienza el Nombre de la rosa (1980) con estas palabras: " Naturalmente un manuscrito. El día 16 de agosto de 1968 fue a parar a mis manos un libro..."
Durante el siglo XVI el auge de las novelas de caballerías fue tal que se llegaron a publicar más de sesenta novelas, y una constante en ellas era presentar los hechos fantásticos como verídicos, de ahí que muchos autores declararan haber encontrado y traducido un manuscrito en el que se basaba su historia. Cervantes utilizó esta ficción del manuscrito encontrado (un manuscrito árabe) en su famosa novela El Quijote. En 1832 E. A. Poe fue premiado en un concurso por su obra "Manuscrito en una botella" en la que también emplea el citado recurso, y años más tarde, en 1942 Camilo José Cela rescata la técnica cuando escribe "La familia de Pascual Duarte" partiendo de la idea de que Pascual Duarte encuentra un manuscrito en la cárcel y comienza a novelar la historia tras este inciso. La idea de verosimilitud que da credibilidad al contenido planea sobre todas las obras que utilizan la idea del manuscrito encontrado, el lector ajeno a tal recurso puede llegar a dudar de si la obra que tiene entre sus manos se acerca en algunos momentos a la realidad, que por otro lado muchos conocen y valoran. Su uso ha sido de gran utilidad a través de los tiempos, y su efecto ha acompañado merecidamente a su éxito.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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