Ya en el siglo XVIII las críticas al culteranismo continúan y Leandro Fernández de Moratín se dedica por entero a ellas en su obra satírica, "La derrota de los pedantes", en ella expone su antipatía a las malas prácticas de algunos poetas y deja ver entre sus líneas fuertes críticas a las comedias de Cervantes y a Gracian. Con un estilo más que satírico Moratín cuenta como las musas expulsan del Parnaso a los culteranistas a librazo limpio, y trata de aclarar que el culteranismo más que un estilo es un abuso del lenguaje. Desde el campo de su propia lírica Moratín destaca por cuidar su poesía con gran esmero pero con gran preocupación literaria, aporta una dosis melancólica y hace que su contenido sea muy sentido y muy intimista. Las ataduras del Neoclasicismo le obligan a respetar unos moldes que en el fondo le frenaron su capacidad creativa y sus posibilidades de destacar más en este campo.
En su obra más crítica deja ver su capacidad para la ironía, la sátira y el ridículo guiadas por la austeridad neoclasica y por la profunda admiración que siempre sintió por Lope de Vega y por Shakespeare. La idea del equilibrio y el racionalismo le conducen a no poder soportar esos excesos culteranos que ya habían creado escuela en el siglo anterior, defiende una tendencia tradicional de pervivencia de ciertos gustos del siglo anterior y unos acusados ataques al teatro nacional del siglo XVII. Los efectos del Despotismo Ilustrado, presionando sobre la literatura, dieron lugar a un pintoresco episodio de la historia literaria de España: la supresión de los autos sacramentales por real cédula del 11 de junio de 1765. Aunque hay ciertas reacciones contrarias a dicha disposición, ninguna de ellas fructificó, quedando como resultado el modelo que debía ser el teatro: la tragedia clásica que fracasó a pesar de los apoyos oficiales (del conde de Aranda). Como ejemplo citar "La Hermesinda" de Nicolás Fernández de Moratín que se estrenó en 1770 y no llegó al séptimo día de cartel. En torno al teatro el panorama de polémica estuvo siempre servido y se persiguió que tuviera una finalidad didáctica y de buenas costumbres que no siempre gustó, por supuesto con total oposición al conceptismo y culteranismo del siglo anterior.
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El término espejo cóncavo en nuestra literatura se atribuyó a Don Ramón del Valle-Inclán por crear un elemento nuevo y original, que le haría destacar entre los demás escritores de su generación, pero que le convirtió en un autor difícil de traducir a otros idiomas restándole las posibilidades de autor universal que se merecía por su trabajo.
Su "espejo cóncavo" no es más que una dosis concentrada de conciencia dolorida, una conciencia moral que escandaliza o que aterra; su estilo brillante, solemne y musical de su juventud derivó hacia un expresionismo esperpéntico, lo brillante pasa a ser chillón y lo musical aturdidor, y claro, nace así un estilo único y peculiar con una asimilación completa del tono modernista y un estilo esperpéntico a la hora de describir tipos y ambientes. El espejo cóncavo refleja a los héroes clásicos y los convierte en auténticos esperpentos. En su gran obra "luces de bohemia" resulta curioso que quien ve de verdad la realidad sea un ciego y un soñador empedernido que se pierde en un Madrid absurdo y muy decadente, ofreciendo al lector una visión deformada que sirve para hacer una severa crítica a la sociedad. La caricatura es el medio del que se vale Valle-Inclán para ello, de esta manera pinta grotescamente a un entorno con el que no está muy de acuerdo utilizando un lenguaje más que pintoresco. A nivel personal. el escritor fue epicentro de la vida literaria de principios del siglo XX por su aspecto sumamente peculiar, sus actitudes desmesuradas y su desbordada imaginación. Gallego de nacimiento; nació en Villanueva de Arosa (Pontevedra), estudió en Santiago y vivió en México y Madrid para regresar a finalmente a su Galicia natal, muchos dicen que ya estaba muy enfermo a su regreso y que el clima del norte aún le puso peor. Para este autor la historia es un medio de acercamiento al pueblo y sobre todo un motivo estético que le sirve de inspiración a su estridente imaginación, un ejemplo de ello es el capítulo de los esponsales de la serie "El ruedo ibérico" y que presenta a la corte camino de una corrida de toros, haciendo un tremenda crítica a la España de entonces a la que siempre consideró "de garbanzo y pandereta". Hace una gran caricatura de la infanta Isabel y de su prometido que acude con su madre la reina Isabel y su esposo consorte Francisco de Asís junto con su hermano, el futruro rey Alfonso XII. El pueblo aparece de fondo como comparsa y ofrece un sin fin de sensaciones auditivas que contrastan con las visuales y críticas de los miembros de la corte. Valle-Inclán ha sido un autor muy representado en nuestro país, "Luces de bohemia" y "Divinas palabras" han sido obras muy aplaudidas y repetidas en los mejores teatros españoles ya que siempre se consideró que su obra era de una gran calidad, y la mejor del teatro de su tiempo. Existe un museo en Galicia, en una localidad llamada A Pobra do Caramiñal (Pontevedra) que recoge manuscritos del autor y elementos claves para entender su obra y su peculiar personalidad. La característica principal de este autor de la escena inglesa, radica en la capacidad de interpretación del alma humana y en la creacción de unos personajes que eleva a la categoría de mitos. Romeo y Julieta pasaron a la posteridad por representar el arquetipo del amor humano, Hamlet la duda en el destino del hombre, Otelo los celos, y Macbeth la ambición. Todos estos personajes indagan en las profundidades del alma humana y son el reflejo de los sentimientos básicos del hombre y de la sociedad.
Las obras de Shakespeare estaban escritas para la burguesía londinense de entonces y destacaron por su expresión riquísima de imágenes, el dominio del movimiento escénico y la capacidad de interpretación del alma humana. Shakespeare llegó a la escena durante el reinado de Isabel con el que se habían dictado unas estrictas normas sobre la preceptiva teatral, que él se saltó buscando en sus obras la creacción de unos personajes eternos con los que la sociedad y el hombre en general pudiese identificarse a través de los siglos. Shakespeare aportó al teatro un análisis profundo de las pasiones y puso en escena la mejores cualidades del ser humano. Cada una de sus obras se ha convertido en un clásico de lectura obligada para todas las generaciones. El teatro anterior a Lope de Vega está adscrito a la Iglesia o a la Corte coincidiendo con festividades patronales dedicadas a santos populares. Los dramas religiosos, los temas del Antiguo testamento, los marianos y los hagiográficos conformaban el panorama teatral anterior al siglo XVII.
El teatro hagiográfico tuvo su cuna en Galicia; se trataba de una actividad popular que organizaban cofradías y gremios durante el carnaval o el Corpus para reflejar tetralmente la vida de sus santos. San Roque fue el más festejado, Compostela, Pontedeume y Betanzos organizaban funciones, comedias, danzas y procesiones relacionadas con la peste, porque según las creencias ancestrales, San Roque había liberado a estas villas de tan cruel amenaza (1517). Las funciones eran representadas por miembros de la cofradía elegidos por el mayordomo de la misma, bajo pena de multa si se negaban a participar, hay noticias sobre esto en el Libro de Cabildo de la Compañía de San Roque. En Betanzos la festividad del Santo era celebrada con juegos, torneos y procesiones que acompañaban a las representaciones teatrales y recorrían otras villas gallegas con sus funciones, junto a ellas, la representación del martirio de San Sebastian hizo famoso a Betanzos por su actividad dramática sobre las otras villas. Las representaciones de temática hagiográfica se extendieron también a Ourense y Lugo, y abarcaron no solo la vida de San Roque sino a la de otros santos como en Compostela coincidiendo con la Pascua de Resurrección. Es extraño que no existan testimonios de un teatro de temática jacobea cuando en Europa sí la hubo, y estuvo dedicada a representar los milagros y la pasión del apóstol Santiago recogidas en el Códice Calixtino, famoso por su reciente desaparición y vuelta a la catedral. En la Corte también se representaron espectáculos: comedias humanísticas, autos, farsas y tragicomedias. En este panorama y tras aparecer las comedias de Juan de la Cueva inspiradas en temas nacionales, irrumpió el teatro de Lope de Vega para unos locales, las corralas, y para un público variopinto. Se renovó así toda la técnica dramática buscando un teatro nacional y sobre todo muy popular. Sin duda Goethe hubiese destacado por la pureza de su romanticismo de no ser por un viaje que realizó por italia y que le puso en contacto con el clasicismo al que termina admirando. El mundo del equilibrio se acaba mezclando con caracteres puramente románticos que van a conseguir en su obra "Fausto" un resultado sorprendente.
Fausto es la obra más importante del autor; el ambiente en el que se desarrolla es el de la lejanía y el del misterio, y el pacto que Fausto hace con el diablo recoge el tétrico estilo romántico a la perfección. La historia arranca de una leyenda medieval, el protagonista, dedicado a la ciencia, pacta con el diablo para recuperar de nuevo la juventud y lograr de ese modo el amor de Margarita. Con un profundo estilo filosófico, Fausto lucha contra las leyes de la naturaleza y contra todo lo sagrado para convertirse en un rebelde romántico. Lo más significativo es el halo de misterio que rodea al protagonista y su terrible trato con el diablo para retomar la juventud. Pero además de los caracteres románticos del personaje, hay algo que destaca sobre todas las cosas, y es que Fausto se convertirá en un verdadero ídolo para todos los tiempos junto al Quijote y a Don Juan, un personaje lleno de matices que convertirá a su creador Goethe en un verdadero maestro de la literatura que influirá en su tiempo y en los posteriores de forma decisiva. La historia de Fausto se convertirá en un icono de la transición al romanticismo que tardó bastante tiempo en llegar a España y que autores ingleses, franceses y alemanas se preocuparon de preparar correctamente. No fue una simple continuación sino una avalancha de gran poder que desde Europa llegó a nuestro país encontrando una rápida acogida. Francisco de Quevedo fue un escritor insaciable a la hora de criticar a través de su literatura, no solo atacó a su conocido enemigo de profesión, Góngora, sino que dirigió su afilada pluma contra el rey y sus ministros, contra los personajes que pululaban por la corte como los bufones, a los que Felipe IV sustentaba en su palacio junto a otros de características similares que servían de vehículo de las más abyectas intrigas, gremios como el de los zapateros y los pasteleros, y en general contra todo el género humano al que también denominaba bufón sin excluirse él mismo.
Quevedo atacó a los zapateros apuntando a los cuchitriles oscuros donde trabajaban y llamándolos remendones que clavaban las suelas en los chiscones de los barrios antiguos de la ciudad. Los pasteleros son también tema repetido de burlas apotando al oficio pinceladas escatológicas que le valieron a Quevedo, la paternidad de chistes y otras procacidades que circulaban por la sociedad para agitar la crítica y la ridiculización con la que la clase baja entretenía su tiempo. Los seres desgraciados como los bufones, no solo soportaban la crítica de Quevedo sino de toda la sociedad que no cesaba de hacerles objeto de bromas insoportables. Dicen que Velázquez, el pintor de Felipe IV, fue siempre muy respetuoso con la desgracia de estas personas, y que muchas veces elegían la compañía del artista para descansar, filtrándose en su galería de retratos mientras él pintaba. Ortega y Gasset, en su introducción a Velázquez, en 1954, afirmó: "En la mayor parte de las cortes entonces se hacía lo mismo y algunos de los mounstruos del Alcázar madrileño vinieron de otros palacios ultrapirenaicos. Era ciertamente un arcaísmo ya extemporáneo de un gusto que floreció en el siglo XV. La mayor parte de estos engendros y desdichados no tenía ocupación determinada y es seguro que con extrema frecuencia se filtraban en el estudio de Velázquez." Quevedo, maestro indiscutible del conceptismo, centra la atención en el significado de la palabra, dando mucha más importancia al contenido que a las formas, se convierte en un experimentador del lenguaje con una tremenda vocación de crítica que utiliza como manifestación de su conceptismo. Dice así de los bufones: "Ellos se son diablos para sí y para otros, y nos ahorran de trabajos, y se condenan a sí mismos." En resumen, Quevedo aportó muchísimo a la literatura, pero sobre todo, una sátira irresistible y un burlón escepticismo ante la sociedad que le rodeaba. La visita a los infiernos ha sido un tema muy usado en la literatura que arranca desde la antigüedad; en el siglo II, Luciano de Samosata ya escribió sus "Diálogos de los muertos", en ellos explicaba como los personajes históricos van llegando al país de los muertos para enfrentarse a su destino eterno, y anteriormente, Virgilio en La Eneida, ya hizo descender a su Eneas a los infiernos. Poco después, Dante dedicaba la primera parte de La Divina comedia a visitar el mismo lugar acompañado de Virgilio para visitar uno por uno a los condenados.
Esta ruta por el ultra mundo continuó alimentando la imaginación de muchos escritores, que partiendo de este punto desarrolló la fantasía de muchos poniendo sobre los folios distintos recorridos siniestros para explicar una misma realidad. Así la influencia de Dante se pudo observar en el Marqués de Santillana y su "Infierno de los enamorados" y en Juan de Mena con "El Laberinto de la Fortuna". La recurrente idea de situar a personajes famosos y célebres de la época en los distintos planos del infierno, hace pensar que este tema de larga tradición medieval era un elemento coincidente para hacer una buena crítica de los distintos estamentos sociales. Quevedo continuó con esta larga tradición, con sus "Sueños" y en ellos aplicó distintos castigos a las diferentes culpas que los condenados tenían, evitando así la idea del fuego abrasador como único castigo del inframundo. El Bosco también se adhirió a esta idea, y en su cuadro sobre su mundo infernal, dibuja un fantasmagórico panorama donde el fuego clásico del infierno ya no aparece. Quevedo aprovechó su creatividad y este mismo tema, para satirizar a personajes importantes; El sueño del juicio final y el El alguacil endemoniado fueron el azote del rey Felipe II y del conde de Lemos, pero su osadía no dejó indiferente a las clases influyentes, y fue acusado de escribir con temas ocultos y de atacar a importantes personalidades con el término de maldiciente. Puede que por esta razón en una de las dedicatorias de sus sueños, escribió con un cierto tono de pesimismo que quería poner fin a su ciclo de sueños con las pocas fuerzas que le quedaban a su ingenio. Un siglo más tarde de escribir Quevedo sus sueños, Diego de Torres Villarroel todavía escribió "Sueños morales" y "Visiones y visitas de Torres con Don Francisco de Quevedo por Madrid". Fueron muchas las voces que proclamaron decadente a una literatura que apenas aportaba ideas nuevas porque recogía las utilizadas en el Renacimiento, sin embargo el resultado fue bien distinto; se produce un caudal dramático a través de Lope de Vega como no se había visto hasta entonces, y una lírica excepcionalmente culta a través de Góngora por su especial forma de describir la realidad, Quevedo por su parte contrasta con su colega defendiendo un conceptismo que trata de desprestigiar al culteranismo con el que siempre se enfrentó, presentándose como un moralista desconcertante que llegó a ser considerado la mente más valiosa de su tiempo. Por lo tanto nunca debe afirmarse que esta época no dejó una profunda huella en la historia de la literatura porque no es cierto, si acaso un siglo dorado lleno de contrastes que obligó a los libreros de entonces, a tener otras funciones que la simple custodia y venta de los libros, para sobrellevar la tremenda competencia que existía entre ellos; se cuenta que los libreros solían vender lo que hoy llamamos artículos de escritorio junto a las grandes obras, y relata Quevedo en "El sueño del infierno" que a la puerta de una librería había un rótulo que decía: Aquí se vende tinta fina, y papel batido y dorado, y en el inventario de bienes que se hizo a la muerte del librero Martín de Beva (1637), se registran entre otras cosas: papel, plumas de ave para escribir, tinta, polvos de secar, lacre, hilo de coser cartas etc...Este comercio complementario era muy beneficioso si se contaba con una buena cartera de clientes, y cuentan también que el citado librero tenía entre sus clientes habítuales a nada más y a nada menos que al Conde-Duque de Olivares, y que este le adeudaba cierto dinero por la compra de papel para su despacho.
El teatro, a su vez, también fue considerado un elemento clave en el Siglo de Oro; Madrid, Barcelona, Sevilla y Valencia tenían representaciones regularizadas y continuadas durante todo el año, el público estaba muy interesado en un espectáculo que se había hecho público, y a través del cual podían aprender y vivir lo que para la sociedad en general no era fácil. La comedia y el enredo crearon un ambiente de expectación multitudinario que disfrutó con cada uno de los actos, y sobre todo con su final feliz. Lope de Vega tuvo una gran producción en este campo, y se le ha llegado a considerar el creador del teatro nacional. En su arte nuevo de hacer comedias expuso los principios de lo que hoy es el teatro europeo. Por esto y por muchas otras aportaciones, el Siglo de Oro de la literatura española se ganó a pulso su dorado e insigne título entre otras muchas y valiosas calificaciones. Un elemento aparentemente tan común como el monólogo interior de un personaje provocó todo un cambio en el rumbo de la narrativa española, se rompe con el realismo de los años cincuenta y entra en escena la verdadera crítica social. Un libro y un autor son los responsables principales de este cambio: Martín Santos y su novela "Tiempo de silencio"; en ella aparece el componente esencial del monólogo interior para reflejar un montón de realidades que sirven para completar la rica descripción de ambientes y lugares de Madrid.
La obra se convierte en pieza clave para entender la novela de estos años, fue publicada en Barcelona varios años después de que su escritor la terminase y presentase al concurso Pío Baroja bajo seudónimo y con otro nombre ("Tiempo frustrado"). Martín Santos trató de hacer una mordaz crítica social a través de Pedro, un personaje marcado por la fatalidad y la falta de recursos. El escritor recurre a relatar la vida de un médico con inquietudes científicas que trata de encontrar un remedio para curar el cáncer, experimentando con ratones de laboratorio, la falta de dinero le obliga a abandonar esta vía y se convierte en un médico de provincias al que la mala suerte de toparse con una muerte provocada por un aborto fallido, le hace caer injustamente en manos de la policía. El recorrido que de Madrid hace el escritor a través de su personaje es excepcional, nos muestra lugares, ambientes y aspectos de una ciudad que aún no se anima a "despegar". Los prostíbulos madrileños, las clases sociales más bajas relacionadas con el fenómeno del chabolismo son descritas a través de unos personajes secundarios de gran relevancia, la vida cultural de la ciudad también se hace un hueco por medio del mencionadísimo Café Gijón, que ha protagonizado importantes páginas de la narrativa española convirtiéndose en un icono para los escritores. La vida de la clase media, bastande desfavorecida, la burguesía y los chabolistas conforman un importante documento con gran valor histórico que consigue reflejar la sociedad de la España de entonces. Pedro, el protagonista, se convierte en un antihéroe de una epopeya urbana, densa y muy realista que amplía su contenido a través de los famosos diálogos interiores, que un tiempo después Delibes llevaría a la cumbre con su obra: "Cinco horas con Mario". Cada época, cada momento de nuestra historia se refleja en la literatura, desgraciadamente Martín Santos no cuenta con más novelas completas al haber perdido la vida prematuramente a los cuarenta años de edad en un accidente, pero si se han recogido algunos de sus relatos cortos publicados bajo el nombre de "Apólogos". Leer sobre una época es la mejor manera de conocerla. Hace ya un montón de siglos, que las comedias de capa y espada triunfaron como lo hacen hoy los thrillers o las películas de acción; por aquel entonces, y hablo del siglo XVII la población era casi analfabeta y disfrutaba de un género que casi siempre, por no decir siempre, trataba el mismo tema: la honra, el enredo y el matrimonio. Todo ello se agitaba en un cóctel para ofrecer al público dos visiones paralelas del mismo tema, la que era rebuscada, apasionada y adornada de un registro lingüístico muy culto que representaban los galanes, los nobles, las damas y los padres de las damas, y otro más sencillo, lógico y mundano, que a través de la figura del gracioso encarnada por el criado, ponía orden a tan tormentosas pasiones. El público disfrutaba del discurso del criado haciéndolo propio, ya que apenas comprendía el de los protagonistas que vivían como hechizados por un amor sublime e idílico.
Hoy en día se asemejarían estas comedias a las de enredo, eso sí mostrando conflictos entre nobles y caballeros, lo cual ya está un poco pasado de moda. Lo bueno de estas obras era que el final lo desenredaba todo por muy liado que estuviese, y esto era un lección de aprendizaje para resolver conflictos que el público de otro modo no hubiera conocido jamás. Como siempre, la literatura se adapta a los tiempos, los acompaña y sirve de maestra y guía a una sociedad que busca el arte como medio de aprender. El tema del matrimonio como objetivo para ser feliz estaba presente en ellas, lo deseaban los galanes, las damas y sus padres que son la figura que protege y cuida de la honra de la mujer, y en general todo personaje que se presentase como un enamorado. Aparece la venganza de sangre y los duelos para restaurar la decencia de una familia enredada en un sin fin de confusiones, que se van desmadejando para no llegar nunca a la tragedia. Lope de Vega fue un gran creador de comedias de capa y espada, y no hace muchos años que el cine español se encargó de llevar a lo más alto, a través de las pantallas, a una de ellas: "El perro del hortelano". Por supuesto que por aquel entonces se escribieron muchas ( "La dama boba", "Los engaños de un engaño"...) y en todas ellas se vuelven a repetir los mismos patrones, supongo que la moda, las tendencias y gustos del público influyeron a los escritores de teatro, tanto como para hacer que El Siglo de Oro español nos dejase estas joyas de la literatura para estudiar, leer y recordar en siglos posteriores. |
GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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