Para ser un buen escritor no basta con tener una buena idea que llevar al papel, lo necesario es saberla trasmitir. Las capacidades para ello pueden ser excelsas en su conjunto, pero no alcanzarán la plenitud hasta que estén hartas de ejecutarse una y mil veces en un papel. Hay que pasar del arte al oficio, reeducando la mente para que comunique y lo haga bien, no se trata de ser un escritor prolífico en cantidad de trabajos publicados, sino de publicar tras haber hecho cientos de pruebas que conduzcan a una cumbre, cuya meta solo pueda ser el éxito (aunque este no sea reconocido por la gran mayoría del público). No hablo de éxitos comerciales, tan difíciles de lograr, por otro lado, hablo de gustarse a uno mismo y confiar a ciegas que la obra creada merece mucho más.
Los grandes escritores suelen tardar años en terminar su obra y perfeccionarla, después la acercan al público con sus campañas publicitarias y la convierten en un producto atractivo para ser consumido, pero los escritores nóveles no pueden acceder facilmente a ello. ¿Cuestión económica? o ¿falta de práctica? Ambas cosas supongo. Una editorial arriesga capital con un escritor novel, pero este riesgo se reduce si la calidad del manuscrito es excelente, para ello solo cabe trabajar, trabajar y trabajar. Hay escritores que van presentándose al público poco a poco y se toman un tiempo importante para terminar su obra, otros por el contrario llevan a sus espaldas una extensa y prolífica carrera que aunque siguiendo los mismos principios da muchos frutos. Tenemos el caso de Ryoky Inque, un médico de Sao Paulo que dejó de ejercer la médicina para dedicarse a la literatura; desde 1986 en que tomó este importante paso o cambio de rumbo lleva publicadas más de 1.072 obras, además de participar en periódicos y semanarios. según sus propias palabras, el gran secreto que hay en este proceso creativo es un 98% de sudor, un 1% de talento y un 1% de suerte.
0 Comentarios
Deja una respuesta. |
GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
Categorías |