Esta obra de Galdós se caracteriza por mostrar una fina percepción del lenguaje popular, junto a una gran comprensión de todas las debilidades y flaquezas humanas. El espíritu de la España de entonces late a lo largo de toda la narración, a veces un poco desaliñado pero siempre ágil y animado.
El lenguaje de Marianela es a través de todos los personajes un ejemplo minucioso, preciso y detallista de la lengua coloquial y popular madrileña. A pesar de ser un escritor de origen canario demuestra a través de todas sus obras, un conocimiento absoluto de los modos, formas de expresión y vida de los madrileños. Ciudad de la que estuvo enamorado desde que la conoció, de hecho aún se denomina al Madrid antiguo como "El Madrid Galdosiano" por su literal y trasparente aparición en muchas de sus obras. Marianela es una historia muy especial, en la que Galdós mezcla un extraordinario virtuosismo descriptivo de los escenarios mineros donde se desarrolla la novela, junto a una interlocución muy peculiar de los personajes a través de la cual se pueden adivinar sus sentimientos, su clase social, sus pasiones y sus temores junto a un conjunto de costumbres que bien podían darle a la obra un carácter crítico-costumbrista muy desarrollado por otros escritores anteriores a Galdós, que destacaron por su constante inflexibilidad con la forma de vida de nuestro país. El constante contraste entre la fealdad física de Marianela y su enorme belleza interior, ofrecen un toque de ternura que se supone objetivo a provocar en el lector, al igual que las dos familias que reinan y protagonizan la obra; los Penáguilas, discretos, amables y respetuosos con la figura de Marianela, y los Centeno, terribles en su conducta con la joven y de escasa sensibilidad humana, llenos de defectos, y faltos de caridad. Pablo, el ciego, es otra figura que encarna el más puro de los contrastes, su ceguez le deja ver la verdadera belleza de Marianela, y la recuperación de su vista le ciega de verdad a ella. Aparecen constantes reseñas a la Virgen y a Jesús como símbolos del amor más puro y absoluto y ejemplos del verdadero amor y compasión del que carecen muchos de los personajes secundarios. Marianela los tiene de ejemplo en muchas de sus conversaciones con Pablo, haciendo constar así la presencia del sentimiento religioso y su importancia en la vida cotidiana y valores de la época. Ante la muerte, los personajes se vuelven dignos y respetuosos como no lo fueron antes, y vuelve a surgir el contraste entre como vivió la Nela y el modo en que recibió sepultura, mucho más digno que lo fueron todas y cada una de las circunstancias que rodearon su triste vida. El final remata de nuevo esta sucesión de infinitos paralelismos entre lo feliz y lo infeliz, entre la vida y la muerte; el joven Pablo toma por esposa a su prima y triunfa para él una felicidad, que culmina con la muerte y la desolación por el final de Marianela que incluso implora a Dios morir para acabar con su sufrimiento. Esta obra de Galdós inspiró al cine español en más de una ocasión y conmovió al lector de todos los tiempos haciendo que la figura de Marianela se hiciera eterna en el recuerdo de los amantes de la literatura clásica.
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GEMMA ROMERO P.Psicóloga y Escritora. Archivos
Junio 2019
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